Permítanme antes de nada que les presente a mi sombra, porque si no lo hiciera la muy canalla iba a estar toda la noche dándonos la murga. Yo no voy a ninguna parte sin ella; ni ella puede vivir sin mí; es como un buen desodorante: jamás me abandona.
Buenas noches, amigos y amigas, paisanos y paisanas, prensa escrita y oída, familia, autoridades civiles y, si las hay, buenas noches también a las militares, a las eclesiásticas y a todas las demás, porque autoridades en este país hay más que máscaras de carnaval:
Es para mí un verdadero honor estar en este auditorio, dirigiéndome a las y a los presentes, que por voluntad propia, o como penitencia para purgar algún pecado inconfesable, se han dado cita entre estas cuatro paredes para escuchar el pregón de carnaval correspondiente al año 2011.
Estoy convencido de que muchos y muchas serán los y las que por méritos propios tienen más derecho que yo a estar ocupando este privilegiado lugar, que hoy, sin saber muy bien por qué, ocupo yo. Estoy seguro que entre esta nutrida audiencia habrá gente que tenga cosas más interesantes que decir sobre vuestro carnaval, el que desde este mismo instante ya es MI carnaval. Para todos ellos y ellas, en el deseo de que en años venideros puedan disfrutar de una más que merecida oportunidad de pregonar el carnaval, pido un más que reconocido, sincero y sonoro aplauso.
Pero no penséis los que aspiráis a pregonar que me salió gratis estar aquí; no, que va. Ya podéis ir agudizando el ingenio y aplicaros el cuento: "Si quieres pregonar el carnaval, al concejal de festejos de turno has de sobornar". Yo lo tuve claro desde un principio. Sin que él lo supiera, como nunca lo supo la mujer de la canción "Un ramito de violetas", compuesta por la añorada Cecilia, durante largo tiempo, cuando se aproximaba el carnaval, y como siempre sin tarjeta, a Pepe Solas -al que agradezco con sinceridad este pedazo de regalo que me ha hecho-, yo, como soy obstinado como un borrico, le mandaba, en lugar de un ramito de violetas, un tubo familiar de fijador "Patrico". Varios años le costó al buen hombre darse cuenta de quién le mandaba la gomina para el pelo y otros tantos tubos de dicho brebaje a mí el que se diera cuenta. Supongo que al final vio en mi blog que yo era peluquero y trenzando, trenzando... que para algo es concejal... Buena, buena, buena la intuición de nuestros políticos, ¿eh? Cuando se lo proponen de verdad son capaces de dejar en evidencia la pericia de la propia policía (Cristo, no vayas a pensar que "pericia" es el mote de la más experta de las chicas de un club de alterne, ¿eh?) Pericia significa maña o destreza, como la usada en la confección de disfraces de mi pueblo, destreza que los hace más espectaculares que los monumentos de Baeza.
Pues bien, sepan que Pepe me llamó hace poco más de un mes. Al escuchar su propuesta, lo primero que le pregunté fue si en el recinto donde habría de celebrarse el acto existía salida de emergencia. Porque sepan ustedes que al igual que le sucede a los ladrones de postín, los pregoneros de tostón también necesitamos tener bien fichados, y a mano, los lugares por donde escapar. Sea como fuere, acabé aceptando su invitación, y no sin antes asegurarme de que los municipales efectuarían una requisa de tomates maduros y verduras podridas en los días previos a este evento, cosa que Pepe aceptó de buen grado, grabación que yo tengo guardada como oro en paño por si acaso veo volar alguna lechuga o coliflor por encima de mi cabeza, que como las vea el señor Pepe se las tendrá que ver con mi amigo el Vigorra por incumplimiento de contrato. Aun así, es justo decir que yo viví su ofrecimiento además de cómo un auténtico honor también como un aprieto casi tan grande como el dilema que durante mi infancia, y al rebufo de un apretón, suponía el tener que cruzar el portón del muladar de mi abuela, que entonces los retretes eran como la fiesta del carnaval: al aire libre. Allí, las gallinas, disfrazadas de plantas silvestres, mimetizadas entre los matojos como ustedes lo están ahora entre la penumbra, esperaban ansiosas a que me bajase los calzones para aliviarme de las copiosas comidas que me ponía mi tía María. Fíjense que situación más apurada y carnavalesca: yo, en cuclillas, apretando, que menuda cara se me ponía, yo como si me hubiera puesto una careta con la cara de la Patiño, con las venas todas "hinchás", ahí, guardando el equilibrio, con un palo en una mano y con un paraguas en la otra; sí, sí, como lo oyen, paraguas que usaba para aliviarme del calor en verano o protegerme de la lluvia en invierno, que parecía un cagador disfrazado de Mary Popins, y palo que me servía como porra de defensa, sabiendo que, de un momento a otro, las gallinas iban a echar a correr hacia mí en cuanto me pegara un peo, como por la cuesta de santo Domingo corren los toros en san Fermín en cuanto estalla el cohete, todas ellas en manada, y sin capones, en dirección mía, a carrera limpia, como reses bravas, que dónde puñetas estaban los santos en aquellas delicadas y escatológicas situaciones para protegerme de tanto pico voraz, yo disfrazado en ese instante de Gary Cuper, solo ante el peligro y con el culo al aire. Mientras venían hacia mí, yo las veía correr a toda pastilla, como una panda de máscaras cacareando el consabido "Ay que torpe que estás que no me conoces"; para eso estaba yo en esos momentos, como para saber cuál era el nombre de cada una de las gallinas... Yo solo sabía decir: "pita, pita gallinita, no me piques la colita", pero ni por esas las espantaba. Corrían como perturbadas, sus caras desencajadas. Hoy por hoy, reconozco que en aquel territorio carnavalesco a las gallinas no había que tenerle miedo, que al fin y al cabo se entretenían con cualquier mierda; a quien en realidad había que tenerle respeto era al mascarote principal: al gallo, al muy hijo de gallina, que mientras yo estaba ahí, palo en mano, batiéndome en duelo con su harén, como Alatriste con su espada, corriendo el riesgo de caerme sobre mis propias mierdas para darle honra a mi mote, CHURRETA, él muy canalla del gallo, con su cresta tan roja como la rosa del SOE y con su pico más afilado que la lengua de la Sáenz de Santamaría, llegaba por detrás y me picaba el culo, y lo que es peor: lo que por delante me colgaba, si es que atinaba a encontrarlo, ya que en las situaciones comprometidas mi colita se disfrazaba de cabeza de tortuga, pues se metía para adentro en cuanto se sentía amenazada, quitándose del medio con la misma rapidez de los políticos en cuanto veían los micrófonos de los reporteros del Caiga quien Caiga, mientras yo, ahí, atosigado por gallinas y gallo, mantenía el tipo caga que te caga.
Pero también he de reconocer que sentí muchos nervios y miedo una vez aceptada la proposición de ser pregonero del carnaval torreño. Porque al darle la noticia a mi querida amiga Carmen, ella me preguntó a saco: ¿Tú pueblo es de matanza? La mire muy serio, y le dije: creo que el día del pregón no. De ustedes depende que no diga que le conté una trola, aunque el carnaval, como bien sabemos todos, es la fiesta de la mentira, o quizá la de la verdad de lo que en el fondo quisiéramos ser. Espero que ustedes, deseen ser hoy cualquier cosa menos matarifes, que para eso ya están "Los Mataores", siempre dispuestos a cambiar el delantal que usan en la carnicería por un disfraz bien trabajado.
Supongo que habrá por ahí quien diga qué liendres tengo yo que ver con el carnaval de mi pueblo. Pues que sepa que liendres, liendres sí que tuve muchas en este pueblo, hasta en carnaval, pero de eso no vamos a hablar ahora o acabaremos todos rascándonos como monos y sin necesidad de disfraz. Y debo deciros que desde el mismo momento en que nací he tenido mucho que ver con el carnaval. Al fin y al cabo, la vida en sí es el mayor carnaval, y dura lo que ella nos deje estar aquí, disfrazados de personas, y antes de disfrazarnos de mojama por siempre jamás en el carnaval de la eternidad. Aquel lejano día de 1962, el médico, contrariado, le preguntó a mi madre si estaba segura de que ya había cumplido, porque todavía faltaban algunos meses para el carnaval. Y es que yo nací feo, feo, feo; casi tanto como feo es Ronaldinho recién levantado y apretando en un día de estreñimiento. El doctor que atendió a mi madre le dijo que no sabía si felicitarla o solidarizarse con ella, porque yo más que con cara había nacido con careta de carnaval, como para darle un susto a Belmonte, el torero conocido por el pasmo de Triana. Entonces mi madre le preguntó al doctor que qué había tenido, y el médico le dijo que mucha mala suerte, porque habían hecho todo lo humanamente posible pero al final yo conseguí nacer, lo mismo que le pasaba al carnaval de nuestro pueblo durante la prohibición, que nacía cuando le tocaba. También le dijo a mi madre que cuando nací decidieron darme un azote en el culo, pero más que para saber si estaba vivo para ver si ladraba, porque parecía un dálmata de tantos lunares de pelo negro como traía en el cuerpo ¡Cómo cambiamos! El tiempo es el mejor maquillaje de carnaval. Mi padre al verme en la cuna dudó si inscribirme en el registro civil o en el de patentes, porque mi cara era digna de ser registrada, para que nadie la copiara para usarla como careta en carnaval sin pagar los oportunos derechos de autor; mi padre siempre tan negociante. Hoy sé que muchas personas se descargan mi foto de internet, pasándose por el morro la ley Sinde, y que la recortan, le ponen una gomilla, se la colocan y se echan a la calle para disfrutar del carnaval sin riesgo de ser reconocidos. Ya me dirán si yo no le he dado buenos momentos al carnaval. Creo que estoy aquí por méritos propios.
SEGUNDO ACTO
Pero como no solo de méritos vive el hombre... Uno debe demostrar con hechos que la designación como pregonero fue acertada. Esta noche yo estoy dispuesto a facilitarle nuevos datos históricos de nuestro carnaval a los guardianes vivos de nuestra Historía: a los miembros y "miembras", o como dirían los reyes del carnaval, los gaditanos, a los pichas y chochis de la asociación Historia Viva, para que no se diga que no hice mis deberes. En este pueblo los maestros, como don Juan García, me enseñaron que cumplir con los deberes es lo primero. Y para ello me puse manos a la obra: investigar sobre el carnaval de mi pueblo. Esta noche puedo aportar datos que echan por tierra la teoría aceptada de que el carnaval, tal como lo vivimos hoy, empezó en otras tierras y allá por el siglo XVII; nada de eso. Durante varias madrugadas, mientras mi pueblo dormía, y con los oportunos permisos municipales en mi poder, he efectuado catas arqueológicas, pero también catas de vino de la cooperativa y de unas rebanadas de pan disfrazadas de manjar con su correspondiente pegote de bodrio; no sabría decir de cuál de ellas saqué mejor partido. Pero a lo que íbamos: Auxiliado por un cabo, pero no el de la policía municipal ni el de la guardia civil sino por el de una fregona vieja que encontré en la plaza, y que afilé a conciencia, he excavado en los alrededores de las Torres Oscuras, las que conquistó y gobernó don Pero Xil, hoy en día más conocidas en internet como TorresOscuras.com y que son regidas hoy día y con toda profesionalidad por Antonio Rosillo, al que debo más de un jamón por cómo me ha tratado siempre y por la proyección que ha dado de mi persona y de mi actividad literaria; porque sepan ustedes que yo soy un Churreta que siempre sueña con disfrazarse de escritor. Algunos pensaríais que los montones de tierra removida que se han visto al pie de las monumentales torres los efectuó un perro que trataba de esconder un hueso. Pues no, era yo, aunque mi mujer dice que le parece que me disfrazo de hueso y de perro cuando la saco de sus casillas. Fue en la segunda noche de las excavaciones cuando me topé con un cofre. En él encontré documentos que hacían referencia a nuestro carnaval; se hallaban junto a la partida de nacimiento de la Sara Montiel, para que luego digan que no es una máscara de carnaval, varios siglos que lleva la fumadora de puros sin quitarse el disfraz de momia. A lo que iba, señores y señoras de Historia Viva: en uno de esos documentos se hace referencia al hecho de que fue don Pero Xil de Zatico, que usaba medias y falda -pedazo de disfraz- quien ordenó que se festejara con una fiesta de disfraces la entrega de la Torre a sus dominios en el siglo XIII, tras la ayuda prestada por él a Alfonso III en la toma de Úbeda, pero de igual modo en la toma de veinte pellejos de vino, que menuda cogorza se pilló el muy ladino. Mandó tirar cohetes a Pepe Maravedí, renombrado antepasado de nuestro Pepe Peseta, que a ver cuando esta querida familia disfraza de, una vez por todas, su mote, y se lo cambia por Euro, que ya va tocando. Aquel día, los cristianos se disfrazaron de bellacos, pasando a cuchillo a los moros a los que no le dio tiempo de disfrazarse de moriscos. Y lo más importante: en un documento anexo se hace referencia a que antepasadas de Mariblanca, Antonia Lendinez y Mariam Villar, la de los sindicatos, o Loles Moraga o Antoñita la de Pajarillo, o Memes, y otras muchas amigas, salieron en grupo por las calles empedradas, por la Cerruza y por la Guindalera, disfrazadas de moras verdes, pues usaron unas chilabas verdes que los moros abandonaron en su huida. Fue aquel día cuando todos los hombres del pueblo se disfrazaron de mancha de mora, pues querían frotarse con ellas; y es que ya saben el dicho: la mancha de una mora restregándose con una mora verde se quita. Aquel día la juerga pasó a conocerse como la fiesta carnal, tanto dale que te pego; de ahí derivó en carnaval, fiesta de don Carnal, fiesta de la carne, venga frotar y frotar. Desde entonces, con tanto carnaval, mi pueblo no ha dejado de crecer. Así se conoció en los anales de la historia, que la historia de mi pueblo tiene unos anales muy gordos, que si no de qué iba a haber en este pueblo motes como Escupidera o Churreta, ¿verdad? Y es que los motes son el disfraz de los nombres de las gentes de un pueblo enganchado por siempre a su carnaval, que ni las prohibiciones de un militar pasmarote, por no decir carajote delante de mi mujer, y disfrazado de mascarote lograron evitar que en este pueblo se dejara de festejar la fiesta de don Carnal.
TERCER ACTO.-
Y ya que antes he hecho referencia a las mujeres, no quiero dejar pasar por alto mi más sentido homenaje a ellas. Porque, en contra de lo que muchos piensan, de que el carnaval es como el coñac Veterano: cosa de hombres –una gran tontería disfrazada de frase que se las da de inteligente- las mujeres de este pueblo han tomado parte y partido por este carnaval desde tiempos inmemoriales, como ya hemos podido ver. Así pues, es justo decir que ellas dieron vida durante años a la fiesta carnavalesca por las mañanas, y que en sus casas fueron y son motor creativo, pues de sus primorosas manos han salido disfraces para hacer las delicias de propios y extraños en un carnaval que ha ido ganando importancia y adeptos con el paso de los años gracias a ellas. Gracias a Mari Blanca, a Mariam Villar, a Loles Moraga, a la Reina, a Carmen, la cartera, a la Concha y su hija, o a las mujeres pertenecientes al grupo de educación de adultos, o a la Manesa, siempre vendiendo guasa de mil colores en la tienda de su padre, Mané, con aquel carricoche verde acristalado siempre atiborrado de bolsas de papelillos de colores encendidos y de rollos de serpentina. Pero tampoco olvidemos a las muchas paisanas que por tiempo, espacio y olvido me dejo en el tintero y que recorrieron con sus disfraces, entre otras, la calle Santa María hasta desembocar en la plaza, el reloj del ayuntamiento computando un tiempo de fiesta y de felicidad. Para ellas reclamo un sonoro aplauso. Porque han tenido que aguantar muchos años de desconsideración y porque han tenido que aguantar a hombres que solo viven pensando en el carnaval, hombres que ahora se quejan de que se meten tanto en la preparación del carnaval que su vida sexual se disfraza de vegetariana, pues hacen el amor de higos a brevas. Pues a todos los hombres carnavaleros solo decirles que deben atender más a sus mujeres, que los niños son el futuro del carnaval de este pueblo.
Hombres de mi pueblo, pegados a la fiesta del disfraz, como Paco Tite, el gran reportero del carnaval, o Moreno Escupidera o Nene Chico y Ford o Felipe, el Granao, o esos integrantes y compositores del grupo de los Pines o los de los Sindicatos, gente que sin haber pasado por el conservatorio es envidiada incluso por los grandes compositores de la Historia. Y tengo pruebas irrefutables de ello. El mismo Mozart escribió una carta a Lizt, que tengo en mi poder para entregarla a Historia Viva, en la que le decía que no entendía cómo los compositores de las coplillas del carnaval torreperoxileño tienen tanto ingenio, ritmo y compás a la hora de componer, que por regla general suele ser la de la ligá. Y es que es verdad, pues si Mozart compuso con gran esfuerzo su Misa en DO MENOR, mis paisanos escriben sus coplillas así por las buenas, tumbados en el SOL-FA, mientras sus compañeros, en-RE-dando frota que te frota los instrumentos de viento con SI-DOL, para que brillen como un SOL en los pasacalles, las chirigotas entonces a ritmo de cuplé o pasodoble. Hombres que escriben sus letrillas con salero, y sin mala intención, pues solo anhelan que sus mensajes vayan directos al corazón, pero también al espíritu, a donde llegan como un puñado de guasa que desata mil carcajadas, un torrente de risa, el mayor antídoto contra la tristeza y la depresión. Gracias por ello a todos ellos y ellas en un tiempo en el que la risa brilla por su ausencia, pues parece que todos vamos disfrazados de mala follá a diario.
Hombres y mujeres que hicieron, hacen y harán cancioncillas picaronas y sencillas con las 7 notas musicales, chascarrillos musicalizados que llegan al público de una manera tan clara que son la envidia de los políticos, esos que se disfrazan de personas importantes para olvidar a la gente de la calle, la que va disfrazada de currito a todas horas, políticos que hablan mucho y no dicen nada, al contrario de la cancioncilla como la que un día le cantaron a mi padre, coplilla para DO-MI, vamos, para Domin-go "Churreta", y que con pocas palabras expresaba mucho: "En la torre vive un peluquero muy señorón con los miles de pesetas que en un moño se encontró". Pues que sepa mi padre que se libró de que yo no estuviera por aquella época, pues yo le habría compuesto otra bien distinta: "Domingo, con las pesetas que ha ganado poniendo miles de rulos, ha comprado un aparato pa´ que a los CHURRETA les brille el culo" Y es que mi padre siempre tuvo cosas carnavalescas. Porque de un viaje que hizo a Francia, en lugar de traerse un suvenir típico, como una torre Eifel o una bandeja de croissants, él se trajo una idea: la de comprar un bidé como el que tenía la habitación del hotel en el que se hospedó.
EPILOGO
En fin, ya va siendo hora de terminar, que no quiero que se me duerman en la butaca. Pero permítanme que lo haga dirigiéndome a Antoñito, pero no al del salón de celebraciones que tantos bailes de carnaval organizó, sino a mi entrañable don Antonio Machado, a quien suelo llamar Antoñito cuando leo sus poemas. Don Antonio, debería usted ver este pueblo tan estupendo, tan festivo a pesar de los problemas; ver cómo su ciudadanía, aunados en coro, y no precisamente de carnaval, ha sabido superar todas las dificultades y zancadillas que le pusieron como colectivo a lo largo de su Historia; ver cómo sus hombres y mujeres hacen patria, enraizados a esta tierra, mientras que los que nos marchamos vivimos desde la distancia el dolor de no estar caminando a diario por estas calles y hablando con este paisanaje o estrechando sus manos, pero también viviendo con orgullo el ser hijo o hija de esta tierra madre que nos parió y a la que nunca olvidamos y queremos con el alma abierta, tan abierta como la emisión de los canales de la tele sin codificar. Sepa, Don Antonio, que a dos leguas de Úbeda ya no está ese triste Burgo de España que usted plasmó en un poema, que para triste Burgo el que escribe en el ABC, el Antonio Burgos. Este pueblo hoy es digno de estar entre los mejores pueblos de Jaén, de Andalucía y de España, porque entre sus múltiples cualidades está la de ser MI PUEBLO. Y ya termino. Pero no sin antes agradecer de nuevo su atención y este pedazo de regalo que me ha otorgado el Ayuntamiento de Torreperogil en representación de mis paisanos y paisanas, un grupo de gente que llevo abrigado en mi corazón, desparramado en mis entrañas. Y no piensen que espero de las autoridades que cuelguen un rótulo en mi casa donde ponga: en esta casa nació el pregonero del carnaval del 2011. No, que va; sé que en mi casa, el día que yo me disfrace con una mortaja, colgarán un cartel bien grande que diga: "SE VENDE". Pero esa ya será otra historia de carnaval. Ahora les pido atención. (Hago soñar la trompetilla)
¡De parte de la señora alcaldesa, abran puertas y ventanas, salgan a la calle a disfrutar, que en este mismo instante comienza el CARNAVAL!
¡Torreños, torreñas!
VIVA TORREPEROGIL Y SU FIESTA DE CARNAVAL!¡
¡LA CALLE ES VUESTRA! ¡TOMADLA AL ASALTO!